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jeudi, janvier 24, 2013

llegar hasta el centro

He estado sumergida en correcciones, lecturas, ideas que no lograba finalizar ni rodear completamente. La dispersión de este tiempo, pero también "ese tiempo que no pasa", como se llama el último libro de J:B Pontalis, que acabo de terminar y a quien conocí en París, lamentablemente, Pontalis, ya no está, y la repetición es la regla. La repetición de la soledad, de la falta de atención, de historias de personas siempre solas y condenadas a permanecer así. El tiempo pasa, y mis padres envejecen, solo ahora comprendo lo difícil que es envejecer en medio de una sociedad indiferente y acostumbrada a sobrevivir como sea- La repetición también de la falta de diálogo, de tener la impresión que todo el mundo ha aceptado ese nuevo contrato social, absurdo y estridente de parecer estar acompañadoa, pero estar siempre sola, distraidoa (el lenguaje sufre una especie de locura social, no transmite casi nada)  de lo esencial, la época del pensamiento pret a porter, como lo llama un amigo francés, ni los más sabioas escapan. La mayoría de personas renuncia a estar en contacto con alguien si tiene que dejar de mirarse a sí misma, si tiene que recorrer espacios nuevos, en resumen, si acepta el riesgo de vivir. Tiene que ver también con ese encierro, la xenofobia de estos tiempos. Algunos claros, sí, en medio de un desierto. La vida no pierde sus colores, como escribía Simone de Beauvoir en La invitada, es que somos más exigentes y sabemos que no podemos esperar más, que debemos transformar ciertas pasiones en virtudes.

Seneca ayuda, aunque necesitemos del deseo como motor de acción y creación. Las aventuras, al final, siempre son interiores. Es lo que pensé cuando fui a Venecia con Olivier.

pues bien, dispuesta a emprender otra aventura interior en medio del desierto, regresaré a este espacio.

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