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dimanche, février 12, 2017

del laboratorio.taller, poema de Eva Turumbarre

La hoguera en el confín de la tierra


“Ya estamos en el confín de la tierra. Hefesto, te pido cumplas las órdenes que te dio Padre: amarrar a este alborotador del pueblo al precipicio de esas rocas con invencibles trabas de lazos diamantinos. El hurtó su atributo, el fuego luminoso, y lo entregó a los mortales. Ahora sabrá de la dominación de Zeus.”



Estamos en el confín de la tierra.
No en los paisajes del Antiguo Testamento.
En la tierra abyayalense.
El imperio del Inca y del Tanhuantinsuyo.
De mapuches, tobas, guaraníes, huarpes y mocovíes.
De llanuras, montañas y selvas infranqueables.
Del Popol Vuh, los héroes divinos y el linaje del quiché.

“Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo”.ii
El camino hacia Xibalbá, dónde estaba la caverna del fuego.

Y la hoguera en que fueron quemados los primeros hermanos que pisaron el suelo.
Cenizas de la tierra, resurrección de la vida, dice el libro sagrado de los mayas.

Los hermanos volvieron.

Somos generación de aquellas generaciones que ellos engendraron.
Porque el fuego es fin y es principio. Igual que la tierra, devora y da vida.
Así como el relato griego, o el bíblico, emergemos de estadíos míticos.
Con barro, aire, fuego.
Aquel de Prometeo ingresó en los barcos de Colón, de Cortez y Magallanes.
El confín de la tierra.
El límite extremo de un continente que durante siglos fue silencio y luego eco de leyendas
de cofres cargados de oro y de plata.
Argenta…la tierra prometida.
Tierra personaje de una obra de ficción sagrada.
La ambición se interpuso dominante, entonces fue.
Profanada, saqueada, mutilada,

Destrozaron sus entrañas y su gente. Occidente llegó.
El fuego que Prometeo le arrancó a los Dioses fue arma en manos conquistadoras.
Los primeros hermanos que una vez se levantaron de aquellas cenizas no pudieron darle vida a sus hermanos.
La muerte asoló las pampas. La selva. La montaña.

Dicen que las piedras alguna vez hablaron, que guardan para los tiempos todas las historias y vive en su silencio la gloria de Tupac, Caupolican y el Pachakuti.
Yo, a veces, las escucho. En el hondo silencio de las noches.
Cuando el fuego ya es brasa.






1 Esquilo. Prometeo Encadenado. Losada. ii Popol Vuh. Libro sagrado de los Mayas. Fondo de Cultura Económica