muchas veces me paseo con mi paquete de mensajes, de posts, de textos, sin poder detenerme a escribirlos. No los recorro porque existe el facebook, aparentemente menos solitario que le blog, pero más mezquino en su espacio. Desde el viaje a Barcelona vengo pensando que debo escribir sobre ciertas impresiones. Una de ellas es la lentitud de los movimeitnos en España, su paisaje sereno, austero, la amabilidad de sus gentes, las diferencias con Francia. Un idiona puede de todo, puede acoger como rechazar, el francés clasifica antes de recibir. Y es extraño, a veces, no abre los brazos, hace pagar un peaje, conocido como el eufemismo de "integración". Muchas veces me veo atascada con palabras que exigen una desfiguración del rostro, todas aquellas que tienen una "s" y que exigen colocar la lengua contra el paladar, silbar, algo que en la pronunciación de mis castellano soplado de manera abierta hace casi imposible. El castellano del sur se habla, no se dice. Es una sutilidad que tiene que ver con la espontaneidad que parece encerrar el gesto de hablar un idioma aéreo, que no se murmura, no es perfomativo, más encarnado, quizás. Es extraño, ¿cuántas escritoras han hablado de esto? No lo sé, pero es cierto que un idioma, puesto que es el instrumento con el que nos relacionamos, es fundamental. Mi francés está marcado, de hecho. En España me soprendía esa facilidad para comunicar, aunque haya un adelgazamiento de la experiencia, haya menos textos, contextos, interpretaciones, la experiencia es más llana, más ligera. En Francia es como si la experiencia estuviese más cargada de voces. Incluso la naturaleza, en cuanto se atraviesa los Pirineos se vuelve más vaporosa, más tenue. El idioma carga, transmite esa cutlura del "detalle" francés, ese mínimo gesto del rincón arreglado, de un interior también arreglado, ennoblecido por la historia y la cultura. Aunque cada cultura tiene sus cartas de nobleza. Lo curioso es que el contraste hace resaltar ese lado apacible de la cultura francesa y el lado solar de España. Más de cuerpo que de cabeza. Me gusta (de España) su detenerse en el tiempo, su andar lento, aun no vendido a las transnacionales!
en fin, que empecé pensando en que hablaría más de los contrastes de ciudad, de forma de vida, de espacio y de cielos disntintos, el de Francia está siempre cargado, se llena de los vientos y la humedad lluviosa del Atlántico que descarga antes de encontrarse con la barrera de los Pirineos, ¿qué pasaría si no hubiese esas montañas, cuál sería la fisonomía de España? No lo sé, pero a cada naturaleza una cultura, la luz clara y casi enceguecedora de España ofrece la mente a otros viajes, a otras relaciones más pasionales, menos huidizas...
sin embargo son solo impresiones
marcas,
movimientos del espíritu que tratan de ser lenguaje...