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lundi, septembre 17, 2007

Lispector

He encontrado, llegando a México, una selección de textos de Clarice Lispector hecha por Laura Freixas, en una edición de Barcelona. Encuentro una carta del esposo de ella, fechada el 28 de julio de 1959, poco antes de su separación definitiva al Brasil.

Ahora, cambiando de tema, voy a escribirte pidiendo perdón. Perdón con humildad, perdón sin humillación. Te hablo con la autoridad del que sufre, de quien está profundamente solo, muy infeliz, sientiendo en el alma y en la carne tu ausencia y la de los niños. Muchas de las cosas de las que vas a leer te van a provocar rabia y escarnio. Lo sé pero no puedo hacer nada. Los amigos me han aconsejado que busque la reconciliación por vías indirectas. No es mi estilo, en primer lugar, y en segundo, de poco me serviría porque tú eres demasiad perceptiva para aceptar "tácticas", aunque las intenciones sean buenas". Tal vez debería dirigirme a la Joana y no a Clarice (Joana es un personaje de Lispector). Perdón, Joana, por no haberte dado el apoyo y la comprensión que tenías derecho a esperar de mí. Me dijiste que no estabas hecha para el matrimonio antes de casarnos. En vez de tomarme eso como una bofetada, yo debí hbaerlo interpretado como demanda de apoyo. Te fallé en eso y en muchas otras cosas. Pero, intuitivamente, nunca dejé de creer que coexistieran en ti, Clarice, Joana y Lidia. Rechacé a Joana porque su mundo me inquietaba en vez de darle la mano. Acepté demasiado el rol de Octavio y acabé convenciéndome de erámos incapaces de liberarnos por el amor. Fui incapaz de deshacer la aprensión de Joana de atarse a un hombre sin permitirle que la aprisione (---) No estaba maduro para entender que, en Joana o en Clarice, el odio puede transformarse en amor no siendo más que una búsqueda de amor, no supe librarte del miedo a no amar. Tal vez, como Octavio, yo no habría amado como una mujer que se abandona y tuviera necesidad de que ella fuese fría y segura. Acabé diciendo como en la infancia, "no tengo la culpa". Nunca llegué a entender la intesindad de los celos, siempre negados y profundamente reprimidos por Joana y Clarice, que hacían que detestase a Octavio y a Maury (este es el nombre de su esposo)
Por amor a Dios, no interprees esta carta como una acsación. Sé que mi inmadurez, mi distracción, mi falta de apoyo, han sido uno de los polos de la ecuación. Yo no esaba preparado, por cinrcunstancias bien conocidas de mi infancia, para apoyarte, para ayudarte a resolver el conflicto que tan elocuentemente reflejaste en el primer libro.

me gusta esta carta como me gustan todos los epistolaros porque e sla mejor forma de autoanálisis, la sutileza de Las relaciones peligrosas, de Choderlos, o Las cartas a Eloísa, de Rousseau. Esta carta es hermosa porque difícilmente reconocemos nuestros límites y nos hacemos cargo de ellos como se hace cargo Maury, esposo de Clarice. Esa es la búsqueda de reconocimiento que todos tenemos. Si tan solo una persona nos extiende la mano en el instante adecuado, si un hombre, el que amamos, otro, sabe estar presente, puede producirse una revolución copérnica. No siempre sucede cuando lo esperamos... En fin, tal vez si Maury la hubiese entendido desde un inicio, Clarice no hubiese escrito como Clarice...

salida a Toluca, vía metro, luego bus. Espera un viaje, un encuentro con estudiantes, las ganas de comunicar...

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