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vendredi, décembre 30, 2005

Relaciones peligrosas

Choderlos de Laclos, autor de Las relaciones peligrosas, leerlo es un estimulante peligro.



En 1782, un oficial de artillería publicaba una novela epistolar escandalosa por libertina, revolucionaria, por tener como uno de sus personajes más importantes a una mujer, y trágica porque al final sus personajes mueren o terminan mal.
Esta será la única novela de Choderlos de Laclos, nacido en la ciudad de Amiens (1741), en una familia burguesa que se intalará más tarde en París. Choderlos era un jacobino, convencido de las ventajas de la democracia y admirador de las ideas del Iluminismo francés, de la enciclopedia de Diderot y de todas aquellas ideas que defendían la libertad del actuar y el pensar. Sin embargo, la novela epistolar que se convertirá en la obra de arte del siglo XVIII, tendrá como clara intención una denuncia de las costumbres y abusos de la aristocracia francesa, se podría decir que incluso lleva contenida una moral al hacer que los personajes considerados “viles” o “malos” reciban finalmente su castigo.
Cuando la famosa novela aparece publicada con el título de “Relaciones peligrosas” (Liasons dangereuses)causa escándalo y asombro por el estilo sobrio y brillante de la prosa de las epístolas que lo contienen, pero sobre todo, impresiona por esa capacidad del autor para hacer tejer a sus protagonistas una delicada tela de araña donde se combinan delicadeza y perfidia, dulzura y crueldad, devoción religiosa y panteísmo pagano. Esa ambiguedad con que se desarrolla la trama, sería mejor decir intriga de la novela, es su mayor atractivo. ¿Cómo clasificar una novela que tiene los elementos morales de la filosofía de Jean-Jacques Rousseau, junto con la apología del mal de un Márques de Sade y la modernidad, por sus personajes femeninos, de un Gustave Flaubert?
Dos personajes son los pilares de la trama: La Marquise de Merteuil y el Vizconde de Valmont, dos personalidades fuertes y dominadoras, dueñas de una inteligencia perspizaz y refinada, ambos igualmente impregnados de la filosofía de su época, de su sensualismo y de su creencia en la razón como forma de conocer el mundo y conocerse a sí mismos. Estos dos personajes claves son los demiurgos, los manipuladores que llevarán a la desesperación a la joven Celile (la inocencia) y a la Presidenta de Tourvel (la virtud). Cada acto de uno de ellos es conducido con una absoluta ausencia de remordimientos, y la frase de Valmont: No lo puedo evitar, es la síntesis de esa consciencia irresponsable y feliz que contempla con deleite su desplazamiento por el mundo gracias a sus calidades intelectuales. Para este tipo de razonamiento lógico y frío, la carta es la forma más adecuada al permitir a su ejecutor estudiar diferentes formas de retórica, ponerlas en juego y calcular los golpes. Además, observar a los otros y a sí mismo: Al descender hasta mi corazón he comprendido haber inspirado la revolución el de los demás, escribe la Marquesa a Valmont y se presenta a sí misma como una nueva Dalila, capaz de traicionar el secreto de todos los hombres que la cortejan (¡ja, cuántas cabelleras de Sansones modernos, poseo bajo las tijeras!, carta de la Marquesa a Valmont).
Laclos, en el prólogo, se dirige sobre todo a las mujeres y confiesa haber dado a leer sus Relaciones peligrosas a una madre, quien le había escrito diciendo que se lo recomendaría a su hija antes de su matrimonio. Laclos también escribió un tratado para la educación de las mujeres, y una ópera cómica, Ernestina, inspirada en una novela que fue un fracaso. Pensó continuar con la redacción de otra novela, pero ese proyecto nunca se culminó. El libro se prohibe en Francia entre 1815 hasta 1875, por escandaloso, y en 1957, por haber inspirado la revolución. En España aparece una edición en 1822, una selección de cartas bajo el título de La Presidenta de Turvel, personaje virtuoso que sucumbe a las peripecias de Valmont para seducirla y quien termina renegando de su virtud. La novela ha inspirado varias versiones cinematográficas. La de Stephen Frears, con Glen Close como la malvada Presidenta, es la más conocida, pero han existido otras versiones, entre ellas, una de de Roger Vadim, censurada cuando apareció en 1960. Para comprender la complejidad de la época, la influencia de las ideas del “Iluminismo”, la influencia de Rousseau y su concepción del mal, los rigores de la apariencia o las exquisiteces de la seducción (seducir es mi destino, escribe Valmont), y más que nada, lo que ha sido verdaderamente el libertino: una persona dispuesta a luchar por la libertad individual, muy bien expresada en esta frase puesta en boca de la Marquesa: Yo no he deseado gozar sino saber, el deseo de instruirme me ha sugerido los medios.

samedi, décembre 24, 2005

Evo Morales


La elección de Evo Morales, dirigente cocalero, sin duda alguna un dirigente muy vital, no ha soprendido demasiado. Desde hace un tiempo surgen en América del Sur, movimientos políticos inspirados en las reivindaciones más urgentes de la población. Bolivia, que tiene aproximadamente unos 9 millones de habitantes, es uno de los países más pobres del sur, con una población rural importante. Sin embargo hay varias Bolivias, la de Sucre, la de Cochabamba y la de la capital, La Paz, andina, mestiza, austera. En el Perú, el candidato que más se le parece, es Ollanta Humala, líder del Partido Nacionalista (puaff!) lo que no me parece muy gracioso, puesto que no que está en juego no es un debate de ideas de fondo, de propuestas económicas, políticas, culturales, etc, sino la imagen que proyectan estos candidatos de representar a un país, en realidad, a su esterotipo. Es una de las razones por las cuales me parecía lamentable la manera como se celebraba en Francia la elección de Evo Morales: Los indígenas toman el poder, tituló el diario Liberation, reivindicando la revancha... pero, ¿sobre qué, y sobre quiénes? Los dicursos milenaristas, esotéricos, con refranes, como “No robarás, no matarás, no mentirás”, transposición de uno de los lemas quechuas y también aymaras (¿quién el origen de este pensamiento esquemático?), demuestra que el proceso de trans-culturalización se ha producido desde hace cientos de años. Y para los aymaras, enemistados con los quechuas, no tiene mucho sentido esa separación, ambos pertenecen a la clase de los oprimidos, pero también los mulatos (mezcla de negro y blanco), casi inexistentes en Bolivia, pero que sí existen en el Perú y todos aquellos que viven en la pobreza. Lo que no me satisface en este relato es que se creen esterotipos, lo que importa en una elección es que sus líderes comprendan los problemas de sus pueblos, los analicen y traten de encontrarles soluciones. Es su movimiento en el pensamiento, su creatividad. La identificaicón étnica es peligrosa, no puede no serlo. América Latina, como Europa, o como los Estados Unidos, vive un fenómeno de trans-culturación, trans-linguístico (debido al quechua y el aymara) desde hace años y no es ahora que vamos a empezar a decir que Bolivia es un país totalmente andino, entonces los sucrecinos, ¿qué?
Si en Europa se ve con complacencia la elección de Evo Morales, es por una actitud paternalista y romántica que desconoce la realidad de ese continente. De esa forma en los productos culturales, lo que gusta es el cliché, el esterotipo, si es un escritor o escritora latinoamericano, tiene que hablar de militares, de guerrilla, decorado de postal con palmeras, o con los Andes... Esa falta de oxígeno en la manera de ver a los demás países, conviene a una forma de pensar más bien rígida que no acepta la imprecisión y los cambios, es una actitud conservadora. A nosotros no debe importarnos eso. Evo Morales se verá ante el reto de demostrar que tiene una consciencia democrática y que realmente no es un peligro para el equilibrio geo-político de América del Sur (el problema de la salida al mar de Bolivia es delicado y esperemos que no lo utilice para despertar pasiones y ganarse el apoyo). Su reto es político, es de ideas, de contenidos, no tiene nada que ver con un color de piel, ni una forma de hablar. Ese es un barniz, lo que interesa es el fondo.

jeudi, décembre 22, 2005

El amor, tralalá...

Para darle un nombre los sentimientos de apego por las personas, hemos inventado una sóla palabra: amor. Pero me preguntaba si bastaba con ella, porque su espacio semántico, es reducido. El amor puede ser deseo por alguien, pero también puede ser un don, necesidad de dar sin esperar nada (el texto del Eclesiastés, sino me equivoco, es muy hermoso). En su diálogo El banquete, Platón analiza lo que considera amar y pone a Diotina como la diosa de la sabiduría y del buen amor, en la época medioeval, fueron los trovadores, y en la época moderna, luego del Romanticismo, dominó un modelo de amor trágico, siempre imposible. Eso, gracias a el auge de las novelas y a sus heroínas. En todo caso, podrían econtrarse muchísimos ejemplos. Pero lo que yo quería decir es que la palabra reduce el concepto a una forma de exlusividad que limita de alguna forma la libertad. Debería ser amar para que alguien se sienta más libre. Recuerdo uan carta de Heidegger dirigida a Hannah Arendt: te amaré en la medida en que seas fiel a ti misma. Me parece una bonita definición del amor, que alguien te ame para acercarte a ti misma y no para alejarte. Si el amar es comprendido como uan fuerza positiva, energética y creativa, no debería hacer sufrir. Sufrimos cuando no nos sentimos correspondidos, pero podríamos entender que sino lo somos es por que en nuestra elección no hemos dejado que el Otro actúe en nuestro interior. Nos hemos enamorado de la idea que poseemos del amor y no de la persona que lo inspira. Es la división entre los idealistas y los pragmáticos. Es difícil hacer que una persona coincida con la idea que nos hemos formado del amor. Para las mujeres el hombre muchas veces tiene que ser suficientemente sutil (y elegante) como para comprender las expectativas que podemos tener, justamente el hecho de poder ser fiel a nosotras mismas y no a un modelo social impuesto, construido por una sociedad androcentrista. Una mujer que no corresponda a ese modelo, muchas veces se queda sola. Parece casi imposible que no se desconfíe de una mujer que no tenga a un hombre junto a ella. El otro día conversaba con una mujer que vivía sola y me comentaba que sus círculos eran siempre de solteros, porque las personas en pareja no aceptaban la subversión de la soledad. Finalmente en esos encuentros con los otros, del mismo sexo, o del opuesto, nuestra propia imagen se pone a prueba. Milan Kundera decía una de las pocas cosas que me han gustado: uno no ama alguien por sus cualidades, sino por sus defectos. Sería lo más cercano a ser fiel a sí misma. Ahora, en la separaciones, suele haber el sentimiento de no haber sido comprendido o valorado como se deseaba. Cada pareja que se separa piensa y siente que de alguna forma estando con esa persona de la cual se separa, ha perdido algo o ha traicionado algo. Y tal vez no sea eso, es que nadie nos devolverá nuestra imagen incompleta y la persona que comparte con nosotros nos hace ver todo lo que somos, en el sentido más extenso del término. No es una plusvalía amar, es un riesgo. Y por eso pienso que las relaciones no se acaban ni se terminan, solo se transforman en otra cosa. El deseo es impredecible, las personas, también. Nos acercamos para tratar de reconocernos en el otro, pero en ese juego también nos despersonalizamos. Entonces, ¿es que estamos condenados a la duda y a la imprecisión? No creo, si avanzamos con confianza, si dejamos que lo que nos oriente, sean nuestros sentimientos y menos las ideas, quizás sea menos complicado aceptar las pérdidas o las separaciones. La verdad que en el fondo no estoy segura de nada de lo que escribo, son únicamente divagaciones. ¿Pero por qué no, diablos! el amor comprendido como una fuerza vasta, amplia, generosa, como una libido que acepta su movimiento, por qué no? Parece una idea un poco mística y hay algo de eso en esa vocación que podríamos tener por los otros. Obviamente si nos aceptamos, podemos avanzar hacia el encuentro. Bueno, todo esto es un poco abstracto, pero la experiencia msma del amor, lo es.

samedi, décembre 17, 2005

Memoria


El proyecto de una ley en Francia que pretende resaltar el rol positivo de las colonias en ciertos países del África ha provocado otra polémica en torno a la identidad, el pasado y el deber de memoria. Una revisión de la historia es posible llamando las cosas por su nombre, a los infames tratados de negros, crímenes contra la humanidad. El concepto no sea tal vez al final de cuentas lo más importante, pero tal vez recordarlo, sí, conocer la historia de miles de esclavos y la de sus hijos. Es el caso del escritor Martiniqués Aimé Césaire, hijo de esclavos, filósofo, poeta, fundamental en la historia de descolonización de las Antillas. Devolverles la dignidad reconociendo cuál ha sido el pasado, es parte del reclamo que exigen escritores como Edouard Glissant o Patrick Chamoiseau. Me pregunto si en el caso de América Latina reconocer ciertos atropellos, ciertas sumisiones y la esclavitud como parte de la historia en la formación de las Repúblicas, no sería tal vez una mala idea. Deber de memoria sin conmiseración y sin caridad victimaria.

Foto: el escritor antillés Edouard Glissant.

lundi, décembre 12, 2005

Pérez Subirana


Se trata de un hombre que observa el mundo, de alguien que lo observa con atención, y que, a fuerza de mirar y mirar, termina por hacerlo suyo. Es un hombre solitario, de esa soledad cósmica de todos, tan universal y tan íntima. Porque la voz de Manuel Pérez Subirana (Lo importante es perder (2004) y Egipto (2005), las dos en Anagrama) , la de sus personajes, es una voz cálida, entrañable, heterónoma, como las personalidades del poeta Pessoa. El martes 13 presenta su novela en Madrid, junto con Alonso Cueto, quien ha escrito La hora azul, Anagrama, 2005. Cueto es el ganador del Premio Herral de novela, Pérez Subirana, el finalista. Al margen de los premios, espero que su presentacion sea estupenda, se lo merece: suerte!!!!
Y me voy a comer, en una panaderia de Paris un "pain au chocolat", chocolatin, una de las preferencias de la que escribe esta nota. Soit.

dimanche, décembre 11, 2005

Angelus Novus


El último disco de Alain Souchon (La vie Theodore, ver la excelente página web: www.alainsouchon.net) , un hallazgo. Una joyita que habla de esa locura religiosa que aliena y separa a las personas. Souchon dice: ¿y si el cielo estuviese vacío? Si no hubiese simplemente... Dios!!
Temps d’Angelus (tiempo de Angelus), esa música que se toca en las iglesias cuando alguien se muere. Es como si el mundo estuviese dividido entre aquellos que lo sienten como una separación y los que se sienten parte. La alteridad es posible si entendemos que todos estamos solos, que todos somos vulnerables y que lo único que le da sentido a nuestras vidas es construir juntos y compartir. ¿Por qué no, creer como lo hizo Fourier y luego, Flora Tristán con su unión obrera que se pueda pensar en otra utopía sin más ideología que aquella de los afectos, los sentimientos, las emociones? El amor, como una fuerza motor, energética, la única que nos permita entrar un poco en la subjetividad de los demás o, al menos, acercarnos sin hacernos daño. La ignorancia, y sí creo en esta idea rosseauniana, hace que actuemos en la oscuridad, dándonos de golpes. Al verdugo no le gusta ser le verdugo y a la víctima tampoco. Un Angelus novus entonces, que mire hacia el futuro y crea en él. Hay que confiar en cada una de las personas, en nosotros mismos... Recuerdo la imagen del otro día en la estación del tren, en Matabiau-Toulouse. Un chico muy joven de origen árabe tropezó con uno africano, de origen, seguro, musulmán. Estuvieron a punto de pelearse, se sentían, además observados. Pero de pronto, uno de ellos dijo que era una tontería y que ese árabe, era un hermano. Todos los vulnerables son hermanos en la carencia, hay cierto poder en los que se saben vulnerables, cierta belleza, y esos jóvenes eran hermosos y conmovían por su fragilidad.

Bamako, Dakar, Rio, París, New york, ou est le probleme, dice la canción de Manu Chau y Amadou y Mariam. No más ghettos, por qué no aprender a vivir juntos?

vendredi, décembre 09, 2005

El deseo

Creo que no hay nada más complicado que el deseo, el deseo simplemente, lo que late en nosotros y nos permite estar vivos. Difícil que el deseo se acomode al mundo exterior, a los otros, es siempre algo que no tiene límites y entonces, lo que hacemos, es ponerle un límte apoyándonos en la razón. De lo contrario, terminaríamos perdiéndonos en él. El libertinaje hizo del deseo un motor de creación y subversión, el Marquéz de Sade el más interesante, pero ¿es posible confinar su deseo, es posible domesticarlos? Con Francois Weyergans, hablando de este tema, decíamos: es terrible luchar contra su deseo es agotador. Y una de estas mañanas mientras oía un programa de France Culture alguien citaba las frases de Spinoza sobre el deseo: uno ama su propio deseo y eso hace que el objeto del deseo sea también amado. Luego me preguntaba por qué, en muchos casos, el deseo produce una combustión física, al borde del stress. Tal vez, pensé que el deseo siempre busca construir una figura que recomponga algo interior en nosotras, el deseo mal vivido hace que la neurosis empiece a actuar, al menos, es así cómo lo veía Freud. La renuncia al deseo, es la neurosis en su forma activa y la depresión en la pasiva. En el fondo, en el caso de un deseo encarnado en un cuerpo de mujer, tiene que ver con una neurosis del origen, es como si esta fuerza buscara recrear las cosas desde allí para unirlas a la experiencia exterior, al mundo. Cuando esto sucede de forma armoniosa, la fluidez da lugar a la serenidad y la confianza, es cuando, se puede construir y me pregunto si los hombres, más acostumbrados a vivir su deseo de manera libre, por cuestiones sociales y culturales, estar menos presionados, sentir menos culpabilidad por el hecho de tener un cuerpo que está preparado para dar vida al otro, lo viven de la misma manera. El deseo no tiene una forma definida, puesto que es actividad casi molecular, tampoco tiene siempre un sólo rostro. Pasa el deseo allí donde late la vida, en una conversación, un encuentro, una caricia, una mirada, pero el deseo por una sola persona, por su presencia y su proximidad es confinar el deseo para celebrarlo y hacer de esto un epifenómeno, consagrarlo, hacer de él un acontemiento que marcará nuestras vidas. Si siguiésemos simplemente nuestro deseo de manera más natural, sin prejuicios, ni formas, sin necesidad de trascendencia, bajaríamos tal vez al terreno de lo puramente profano, de lo factual y lo ordinario. Algo más fuerte nos hace sentir esa necesidad de trascendernos, aún sabiendo que en ello nos podemos perder... son nuestras apuestas humanas, siempre, como diría Pascal, entre Dios y la Nada.

samedi, décembre 03, 2005

Bamako


Ahora que el Presidente de Francia, Jacques Chirac, está en Bamako para una reunión con varios dirigentes de países africanos, me gustaría volver a poner un fragmento del misterioso Diario del África, olvidado en el TGV para que yo lo recogiese.

Soñé que la gente del África, con la esperanza de vivir materialmente mejor, llegan a París. Una sola muchedumbre de millones de personas, que atraviesa el desierto más duro del mundo, el Sahara, y son acogidos por un pueblo que tiene la esperanza de vivir mejor humanamente su propia cultura. La cultura de la hospitalidad. Estoy seguro, el pueblo francés necesita de la sonrisa africana.

Cotounou, 25 de julio del 2003

Me pregunto: ¿y si Nicolas Sarkozy contratase a esta persona como consejero? No way José!!

vendredi, décembre 02, 2005

Escribir una novela, un texto, puede ser un acto de generosidad, una manera de desparecer en el proceso para dejar que otros rostros aparezcan bajo la observación del ojo atento de su autor, una forma de ser una partícula del mundo para integrarse a él. Por eso, las leyes del mercado, la edición, poco tienen que ver con lo que sucede dentro del autor, con su padecimiento y su soledad. Afrontar el silencio de una página es como esa alegoría de Michel Leiris, La literatura como una tauromaquia, un riesgo, una apuesta ciega. Algunos ejercen un sacerdocio, otros, aspiran al mercado. Lo inédito no significa que un texto no exista, éste existe siempre para los lectores, muchas veces ignorados por los editores que manejan los criterios de mercado, desde el momento en que su autor lo deja brillar en la página. Un fragmento es algo que está construido con algo del autor y esa es su pequeña grandeza, y por eso un fragmento inédito de Michel Abax, que construye un personaje inasible, tal vez el mismo libro que se escapa...

Fragmentos de Error de Casting

Michel Abax


¿Había golpeado a la puerta de mi cuarto? Estaba oyendo Wednesday night prayer meeting, tocado por Charlie Mingus, a todo volumen, es verdad. Sentí su perfume que revoloteaba entre los saxos, luego sus manos acariciaron mi espalda como si fuese un contrabajo entre sus dedos, sacó el audífono de mi cabeza. Creo que había bebido sola en su cuarto, en plena tarde. No pude esconder lo que escribía y ella se puso a leer en voz alta sobre mi pantalla, los otros residente debieron escucharla igual que yo.

(...)

Cuando su avión salió de Niza hacia Madrid, me quedé en la cafetería del aeropuerto para tomar algunos vasos de vodka tonic y no me esforzaba en esconder mi desarraigo, sosteniendo mi cabeza entre mis manos y hablando en voz alta. Los empresarios, en la mesa del lado, levantaban la mirada de sus documentos y parecía perturbardos en su trabajo. Tenía miedo de no verla más. ¿Qué había en le fondo de su linda cebecita? Algunas células, algunas neuronas eran suficientes para crear en ella una resistencia para que nos volviéramos a ver. Después de todo, para ella, nuestro encuentro había sido marcado por el signo de un error de casting, y los conflictos entre nosotros, ¿no eran la prueba de un amor contranatura? Yo no sé si se trataba de una defensa de mi parte, una falta de confianza y la costumbre de perder que me venía de la infancia. ¿No era acaso el producto de la inestabilidad afectiva, como si la confrontación con la ausencia se hubiese vuelto una especie de órgano implantado a la fuerza, un cuerpo extranjero que en vano intentaba expulsar?... Repasaba todos los instantes pasados juntos, los que fundaban su sinceridad. Y por supuesto encontraba otros que estaban muy lejos de inspirarme confianza. Brazilia era una estrellita volcánica, y si la deseaba sólo para mí, tenía la impresión que no tenía menos que empujar un satélite, desviarlo de su órbita habitual para poder pararme en ese territorio en el presente lejano y frágil.

Habíamos ido al restaurante La boule, en el último piso de la tienda Kenzo. Estábamos en una mesa, frente al Pont Neuf para ver ese nuevo lugar que había servido de decorado a uno de los últimos episodios Sex and the city. Pensé que pasaríamos un momento juntos, frente a frente, pero no fue así. El había regresado de Venecia y la había llamado con la idea de devolverle las llaves de su departamento, me explicaba ella. Llegó a mis espaldas, no lo vi entrar y ella se levantó resplandeciente, de forma brusca para tomarse por los brazos, sus gestos eran tiernos, ella golpeaba su mejilla y acariciaba sus cabellos... El me ajustó la mano con flacidez, como si metiese su mano en un bol de gelatina transparente, luego, se sentó a nuestra mesa. En fin, volteado como se encontraba, estaba más que nada al lado de Brazilia, en realidad ni siquiera me miró a los ojos, se reía apretando el brazo de Brazilia. Era bastante corpulento, con una casaca de pana muy pequeña para él y un pañuelo verde botella, llevaba una cola de caballo y tenía la piel mate, una piel de grano ligero, y sus ojos negros estaban concentrados en ella, demasiado, sin duda...
Sentí que hubiesen preferido estar solos, en realidad partir de ahí para estar más tranquilos. Yo hacía un poco de figurante, un poco? Totalmente... Se hablaron por mucho tiempo, demasiado tiempo y sin dirigirme la palabra! Yo rumiaba mientras comía solo mi steak tartare y mi puré de camote, porque Brazilia no tenía hambre, hablaba y se reía con él que hablaba inglés sin que pueda comprender lo que realmente decía, sólo que tenía mil anécdotas para contarle sobre sus amigos en común y sus proyectos en el mundo entero.

(...)

He aquí que estábamos en una relación completamente virtual, gracias al precio reducido del teléfono en Internet y algunas manipulaciones fraudulentas. Pasábamos muy a menudo cuatro horas en el teléfono. En los casos más difíciles, ella me escribía desde un cyber café o de su computadora portátil. Tenía la impresión de seguirla por el mundo entero, escuchaba el ruido de las olas del Pacifico en San Francisco, o el Atlántico en Río, los ruidos de una tratoría en Roma, los anuncios en el tren en francés, español, etc... los ruidos de la calle en Barcelona, o los camareros de un Sushi bar que le dejaban la comida en su hotel de París. La seguía por todas partes, en todos los baños donde escuchaba correr el agua de la bomba o la de la ducha, la oía masticar, cubrirse con una sábana, ladrar a los perros, el rayo que caía sobre una ciudad y me hacían reconfortarla, la aconsejaba en sus comidas, en sus negociaciones, me había vuelto su secretario, le hacía sus plaquettes, y le contruía una página web, mi vida se organizaba completamente alrededor de ella.